hoy no se nadar

enero 18, 2011 § Deja un comentario

Hoy no me gustan las piscinas ni el sabor a cloro. Ni tampoco el naranja de los salvavidas ni las gafas de sol más retro de la ciudad ni las fotos hipermolonas bajo el agua ni bikinis que pierden su dueño ni romeos ni julietas ni saltos mortales ni trampolines desgastados ni pies un poco roñosos por el agua que se queda al borde de la piscina. Ni tampoco el metal de las escaleras ni las toallas de dibujos animados ni la horchata ni las patatas fritas bajas en calorías. Hoy no se nadar y no me tiro a la piscina.

quan aconsegueixes matar el mosquit

enero 18, 2011 § Deja un comentario

et queden les mans brutes de les restes del seu cos esclafat. És fastigós i recomfortant alhora. I el deixes sobre la taula d’escriptori com si fos un trofeu (i també una advertència per a la resta dels mosquits del món mundial). Són les 4 del matí i has estat més de dues hores tractant de matar-lo. I no, no hi havia manera. Perquè et quedes ben quiet per veure si s’acosta i poses la llum a prop teu i quan el tens entre les teves mans, de cop, desapareix. I decideixes posar-te a dormir però ell segueix moltestant, amb una insistència sobrehumana. Però arriba un moment de la nit en el que ja no pots més i tornes a obrir la llum de la tauleta de nit i et converteixes en policia nacional i tens sota vigilància totes les cantonades de l’habitació. I quan pensaves que no el superaries, que el tindries al teu costat per sempre més, t’acostes sigilosament i amb un simple pla magistral, aconsegueixes dividir-lo en dos.

bajo cero

enero 17, 2011 § Deja un comentario

La cuesta es muy pendiente, cada vez más.

La gente está en cuarentena viendo el fútbol, comiendo panchitos, preparando ensaladas o follando en el recibidor. La cuesta es muy pendiente y hay niebla. Las largas cabelleras de los árboles coquetean con el cielo. Me gustan esas ramas lánguidas, como de película de Burton, y el contraste que crean con el cielo manchado de la luz de las farolas. Parece que no importe que se hayan ido las hojas. La música suena muy bajito pero me atraviesa todo el cuerpo; melodías repetitivas que sigo con la punta de los pies. A medida que llego al final de la cuesta, las casas son cada vez más fantasmagóricas y parece el guión de una película mala de domingo por la tarde. Hace frío pero apenas lo siento. Esta ciudad es una jungla, pienso. Y nunca aprendí a ser salvaje —no a su manera. Siento la tópica y típica sensación del ciudadano-hormiga en un mundo dantesco. Ahora bajo la cuesta y vuelvo hacia casa. Pasan los autobuses a cámara lenta y yo sigo con las manos en los bolsillos. Huele a mezcla de cenas en cocción  y empiezo a tener hambre. ¡Qué noche más tonta! (y ahora soy un estúpido grano de arroz en la Guerra del Vietnam). Pongo el volumen al máximo, patino con cada nota y las voces rotas que me acompañan. Estoy llegando a mi casa. Me seco el rímel y me preparo un plato de pasta. Mi cama.

Me gusta mi cama.

Lista de cosas a hacer antes de irme

enero 17, 2011 § Deja un comentario

Empiezo a llenar la maleta. “Solo lo imprescindible”, me digo. Cojo el cargador del móvil, el móvil, ropa interior, desodorante, una toalla para las manos, una toalla para el cuerpo, una toalla para la cabeza, el secador, un cepillo de dientes, tres tejanos y dos faldas. Mientras estoy escogiendo los calcetines encuentro unas braguitas de fin de año del 2007. Lo recuerdo perfectamente. Nunca había pasado de las siete copas, era mi récord. Pero ese año me tomé diez. Javi era mi pareja en ese momento, pero le confundí con mucha gente esa noche. Lo dejamos la mañana siguiente pero el día dos ya volvíamos a estar juntos. Sonrío y me levanto para coger uno o dos libros para el trayecto. Sí, Dorian Gray y algo de Follet. No, Follet no, me compraré una revista en el aeropuerto. Me apetece Wilde. Me siento en el suelo y abro una página al azar: «El cigarro es un ejemplo perfecto de un placer perfecto. Es exquisito y deja a uno insatisfecho«. ¡Tabaco! Compraré al salir, que allí es carísimo. Voy a regar las plantas más delicadas de la terraza. Al salir me encuentro a Marta. Me dice que seguramente tendrán el hijo, que a sus padres les parece bien. Cuando voy a cerrar la llave de la manguera hago un gesto absurdo y me mojo toda. Marta se ríe mucho. Me quito la camisa, entro a casa rápidamente y la pongo encima del calefactor. Me doy cuenta, por el reloj del salón, que tengo que darme prisa para llegar al aeropuerto, salen pocos autobuses a estas horas. Voy a la nevera para prepararme algo para cuando espere el vuelo. Me doy cuenta de que queda un kilo de uvas en la nevera. Empiezo a comer unas cuantas para no tener que tirarlo todo. Me como tantas que me sientan mal y tengo que hacerme una tila. Mientras se enfría el agua empiezo a cerrar las persianas. Cuando bajo la de la sala de estudio me doy cuenta de que el fin de semana pasado dejé mis zapatillas de deporte fuera. Al abrir la ventana se me cae una y se precipita hacia la calle. Salgo corriendo a buscarla y vuelvo a subir. Me tomo la tila rápidamente, cojo las maletas y me voy corriendo a por el autobús. Ha pasado más de un cuarto de hora y ni rastro del aerobús. Busco un taxi. “¡Taxi!”. El chico parece majo, no de esos que van muy lentos para cobrarte un par de euros más. Me pregunta por qué emisora quiero. Va probando y elijo una de ellas. Me ve preocupada y aumenta la velocidad. Me gustan sus manos y su forma de cambiar de emisora. También como mira por el retrovisor derecho. Estamos ya en la salida de la carretera hacia el aeropuerto. Hay un chico de aires nórdicos con una mochila en la espalda que hace autoestop. Es extraño hoy en día, pienso. Le propongo al conductor que podríamos llevarlo al aeropuerto y le parece buena idea. Frenamos y cogemos a André. Sonríe y se peina tras dejar, exhausto, la mochila en el maletero.

Su belleza es insultante.

Me doy cuenta de que hace mucho rato que no miro la hora. Tengo el reloj en el neceser y no encuentro el móvil en el bolso. Llegamos a la puerta del aeropuerto. André me dice, en un francés confuso, que él coge el mismo vuelo que yo. Arranco tan rápido hacia la zona de embarque que mi maleta da 4 o 5 vueltas de campana así que André decide llevarla. Corremos hacia la zona de embarque, no tengo tiempo de mirar el móvil para saber la hora. Llegamos y hace 20 minutos que está cerrada. ¡Mierda! Dejo mi bolsa de mano en el suelo y miro a André. Él sigue mirando los carteles, sin entender. Le miro y le niego con la cabeza. Él deja mi maleta también en el suelo. Decidimos ir a tomar un café. Al sentarnos, la mujer que sirve el café nos da un croissant de regalo a cada uno, “en media hora cerramos y para mañana ya no servirán”, dice. “Gracias”.

Ambos sumergimos el croissant en el café.

nice to meet you

enero 3, 2011 § Deja un comentario

Quería conocerte y saqué los dientes muy rápido.
Quería conocerte y que me dedicaras una canción.
Reconozco que a veces me gusta que jueguen a saltar a la comba
y traspasen esa línea mal hecha que separa el todo de mi yo.
Tal vez sea que soy demasiado transparente, que nací sin máscaras,
que me persigue la evidencia y que nunca fui encantadora.
Hoy digo no y no me escondo de mi rebeldía adolescente.
Hoy me desato de esa silla eléctrica de baja potencia.
Quería conocerte y me delataron mis inseguridades, mis advertencias innecesarias,
las obviedades de mi logística y mi insistencia precoz.
Quería conocerte y que me dedicaras una canción.
El conejo sigue en el horno y no hay nadie en el salón.
Se buscan secuestradores y alguien que limpie el suelo.
Fantasías infantiles sobre alguien que te tiende la mano y te saca del metro
para llevarte a tomar el sol.
(Hoy no me justifico y consigues serenarme.
Hoy  soy la mujer más dulce del mundo, pongo a calentar la cafetera y hago café para dos)

hotels xinesos i cagades monumentals

enero 3, 2011 § Deja un comentario

Veure una foto de la nostra habitació desendreçada i sentir la música que estava sonant. I com et tacaves de pasta de dents i el fred que fotia si no posàvem la calefacció al 6. Recordar la decepció que vam tenir al veure l’absència de varietat en els esmorzars i que no et gastessis ni un duro en souvenirs. Melancolies edulcorades i àlbums retocats. Demanar-te perdó ja no té sentit i trobar-te a faltar, molt menys. De fet tampoc et trobo a faltar massa, però no puc pensar en tu. Ho faig i em pertorba. I això, diuen, pot ser símptoma de no haver superat una relació o de no saber com afrontar una situació i bla bla bla. Que els petin als pseudo-psicòlegs, als fanàtics de Freud, als que creuen que llegint un article del dominical o una cita d’un llibre d’auto-ajuda saben més sobre l’ésser humà que… i m’en torno a anar del tema. Hotels xinesos sense massa encant en els que encara pensava en abraçar-te molt fort i estius passats guardats en caixes que es perden en un trasllat una tarda de dimarts.

¿Dónde estoy?

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